Artista, fotógrafo, diseñador

Mariano Fortuny, hijo del artista homónimo y de Cecilia de Madrazo y Garreta, heredó de su padre la pasión por la pintura, pero sus múltiples talentos se manifestaron en las artes aplicadas.

Después de una infancia marcada por la muerte prematura de su padre y en la que vivió en París, Biarritz y Madrid, se instaló permanentemente en Venecia, en el palacio Martinengo, con su madre y su hermana Luisa. Entre 1898 y 1906 compró el palacio Pesaro degli Orfei en San Beneto. Fue precisamente en la planta superior de este edificio, donde vivió con Henriette Negrin, a la que conoció en París en 1902 y que estaba destinada a convertirse en su musa y esposa, donde inició su aventura en el campo textil. Henriette compartía los cánones estéticos y las pasiones de su esposo y realizó los primeros experimentos estampando con matrices de madera para crear el chal Knossos. Según aparece en la nota al margen manuscrita que figura en la patente, Fortuny reconoció que su esposa era la auténtica diseñadora de la túnica Delphos, inspirada en el chitón iónico de la Auriga. El palacio Orfei se convirtió en su taller, el lugar donde nacieron sus revolucionarias creaciones, piedras angulares de la historia del diseño y la moda, y donde sus amigos y clientes se reunían.

La tela plisada, la bóveda plegable, las lámparas de seda, un sistema de estampado multicolor, un dispositivo que varía la intensidad de las fuentes de iluminación – el primer interruptor de regulación de la luz – y un nuevo método para grabar placas fotográficas: la creatividad de los dos artistas se manifestó de diferentes formas a lo largo de los años, pero siempre fue expresión de una curiosidad ilimitada que los animaba a buscar sin cesar nuevas soluciones para obtener nuevos resultados.

Mariano Fortuny murió en 1949. Sola e incapaz de dirigir la fábrica de la isla de Giudecca, donde se estampaban las telas de algodón con las máquinas que había diseñado Mariano, Henriette la vendió, al igual que los derechos de la marca relativos al algodón y a los papeles pintados. No obstante, conservó los derechos para la elaboración de los terciopelos y sedas que se realizaban en su taller del palacio Orfei, donde siguió produciendo varios años con sus trabajadores.

Fue el viaje de una vida, de Granada a Venecia. El legado creativo de los artistas parecía haberse perdido, pero un joven veneciano curioso, que visitaba con frecuencia el palacio Fortuny, convertido ya en museo, saco a la luz los secretos de sus maravillas: telas, lámparas difusores, vestidos, terciopelos…

Estos mágicos objetos, que lo habían dejado fascinado, debían ser admirados por todos, no podían desaparecer con sus creadores. A la vista de un tesoro semejante, el entusiasmo por el descubrimiento aumentó. Durante meses, este joven y varios colaboradores hojearon las notas del «mago», analizaron las telas y observaron cuidadosamente los pliegues de las prendas buscando sus secretos más recónditos para poder reconstruir un taller que conservara sus tecnologías y métodos. En 1984 se perfeccionó por fin el procedimiento de plisado y el sistema de estampado manual de la seda y el terciopelo, de forma que fue posible volver a crear complementos y prendas. Así fue como Lino Lando volvió a fundar el taller del palacio Orfei de Venecia y retomó la producción artesanal de sedas, terciopelos, lámparas, ropa, complementos y perfumes.

La colección Studio 1907, integrada por los famosos difusores que diseñó Mariano Fortuny, es uno de los productos que se proponen. Estos objetos de diseño, elegidos por los arquitectos y los decoradores de interiores de todo el mundo, son los primeros ejemplos de lámparas con luz difusa, que aún no han sido superadas en tecnología y elegancia, y que son adecuadas para interiores clásicos, modernos o de vanguardia.

Por último, aunque no menos importante, la empresa produce artículos de decoración como cojines y tapices con la marca Venetia Studium.

Cada producto es una obra maestra de artesanía. Las famosas lámparas de seda y los vestidos de inspiración griega siguen diseñándose, pintándose y estampándose a mano con el mismo cuidado con el que lo hacían Mariano Fortuny y Henriette, cuya valiosa herencia artística sigue viva gracias al Atelier Fortuny Venezia.

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